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La Grande Bellezza. Deconstrucción de un esnobismo.




La semana pasada, buscando qué ver, topeme en Facebook con dos personas que aseveraban haber visto “La Grande Belleza”. Una de ellas citaba que era un peliculón y nunca había visto una fotografía igual. La otra se fijó en la BSO y en frases que hacían referencia a la infancia y a las amistades.


Pensando que iba a ver una obra magna de fotografía y una película reflexiva, acompañadas de una BSO sublime, me dispuse a verla.


Tras diez estrepitosos minutos de un travelling a cámara lenta abusando del zoom in y del zoom out, enseñándome a extras emperifollados bailando y saltando en una fiesta snob, sentí ganas de ir al WC tal cual si tuviese gastroenteritis. Tragueme mi asco, armeme de paciencia y proseguí el filme esperando el comienzo narrativo, la presentación de personajes y la fotografía sin parangón de la que me habían hablado.


Presentan pues al protagonista, el cual, mientras introduce a los espectadores en su vida y obra, invita a la cámara a pasearse con él por la mansión en la que se encuentran festejando. Entonces, en la azotea, se ve un travelling hermoso, el cual aseguraría está rodado con un dron. ¿Sería pues, la técnica, un “dronning”? La cámara va hacia él de frente, mientras él camina hacia atrás, lo rodea y hace una panorámica de los jardines barriendo de derecha a izquierda para coger nuevamente al protagonista de espaldas entrando de nuevo al recinto por la puerta de enfrente a la que había salido.


Ese fue el momento bello de la película. No hubo más.


Tras una hora y veinte minutos tuve que quitarla porque me estaba desquiciando y aburriendo enormemente. ¿Qué había en ella que me desquiciaba? Principalmente los continuos zooms IN & OUT, que me hacían sentir que ya había visto esa escena unas sesenta veces. No sufría tanto con este recurso desde que vi “Muerte en Venecia” de Visconti. Por otra parte me incomodó asistir perplejo a una narración superflua y tener que escuchar conversaciones vacías de contenido. Estaba viendo esnobismo puro y duro a la vez que pensaba en qué intentaba transmitir el director con este metraje.


Terminé la película esta semana. Otra hora y veinte minutos de infumables tautologías, esnobismo de la clase alta, travellings incesantes, cagadas digitales (jirafa, flamencos), nombramiento gratuito de novelistas y ensayistas (Proust, Breton, Flaubert, Dostoyevski) sin entrar a comentar nada representativo de ellos, etc.


Llegando al final del metraje el protagonista, sorprendido de que la longeva monja se alimentase tan sólo de raíces, pregunta a esta por qué lo hace. Ella responde “porque las raíces son importantes”. Me vinieron a la mente entonces dos escenas de dos metrajes. La primera, de “Lo que el viento se llevó”, cuando Mammy le dice a Escarlata esta misma frase. Ella la recordará tras volver a Tara. La segunda de “Willow”, cuando MadMartigan da de comer raíces a Elora Danan alegando que son buenas ya que hacen crecer la barba. Entonces no pude contener la risa mientras la cámara se acercaba más y más a la monja para hacerle un primerísimo.




El año pasado dos historiadoras del arte me recomendaron esta película. Una alegó que tenía hermosas panorámicas de Roma y la otra me dijo, que aunque no le parecía muy representativa, la película tenía una buena fotografía, que por ello quizás me gustaría.


Veamos pues. Una buena fotografía de Roma, Nápoles y Pompeya (por citar algunos de los lugares que aparecen en el metraje) se encuentra en “Viaggio in Italia”, de Rossellini. Un buen uso del travelling lo encontramos en multitud de clásicos, pero quiero poner como ejemplo una película más moderna, de 1989, “The Cook, the Thief, His Wife and Her Lover”. Este metraje de Peter Greenaway me sorprendió gratamente cuando lo visioné hace un par de días. Montada como si de una obra de teatro se tratase, dando uso del gran angular en gran parte del metraje, presentando cada escena como un plano secuencia rodado con travelling, separados por un fundido a negro que sería la pared que separa los distintos espacios. Aparcadero, comedor, lavabos, cocina, casa del bibliotecario. Cada espacio representado con un color. Actores, decoración y attrezzo mutan de color en cada espacio. El aparcadero muestra luz fría, blanca y azul. En ciertos momentos se ilumina con el interior de dos camiones frigoríficos que muestran un contraste lumínico. Uno iluminado con tonalidad fría y el otro con tonalidad cálida. El tono cálido lo da la luz tungsteno, la cual estará presente en todos los espacios. El comedor se representa con el color rojo. Representa la violencia del ladrón. Y de hecho, este color lo sigue en cada cambio de espacio en cuanto comienza a sospechar de la infidelidad de su mujer. La cocina se representa con el color verde, el lavabo con el color blanco y el hogar del bibliotecario con color cálido tungsteno.


Otra cosa que suele decirse de “La Grande Bellezza”, echando flores, es que se muestra crítica con la alta burguesía. Y que es una reflexión hacia las banalidades de la vida y el tiempo perdido. Perdonen pero crítica a la alta burguesía la ha hecho Buñuel años ha. Siendo una crítica versada, elegante e inteligente. Introduciendo hermosos montajes surrealistas (y no metiendo una girafa digital), tal fuere el caso de “El ángel exterminador” o escenificaciones hitórico-bíblicas, como la copiada hasta la saciedad en fotografía, La última cena en “Viridiana”.




Lo hablaba con una colega hace un par de días y esta me decía “Buñuel criticaba a la alta burguesía, Sorrentino parece que la defienda o que se apiade de ella”. Y esto mismo semeja. Te introducen al protagonista como un dandy sobrado, venido a menos como escritor, columnista, que recibe la mala noticia del fallecimiento de su primer amor y se tirará todo el filme reflexionando sin reflexionar soltando perogrulladas. Mas finalmente buscará empatía en el espectador, llorando en un entierro, emborrachándose solo recordando a su amor, preguntando por el sentido de la vida y cerrando el metraje con su amor descubriéndole el cuerpo del delito.


Para películas reflexivas mírense cine de Bergman. ¿Que La Grande Bellezza trata sobre la reflexión en la vejez? “Fresas Salvajes”, esa es la película. ¿La Grande Bellezza trata sobre el sentido de la vida? “El séptimo sello” trata sobre el sentido de la vida y sobre el devenir.


También se ha comparado a Sorrentino, director del film, con Fellini. Es decir, que si muestra gente guapa vestida de modo elegante ya es un elemento felliniano ¿? Por favor, un poco de respeto. Quizás sea porque, al igual que en “La dolce vita” el protagonista es un dandy. Por cierto, es la única película de Fellini que comencé y no pude terminar. Quizás algún día me arme de valor y paciencia para ello. Y quizás entonces deba escribir una crítica sobre la misma. Espero que no sea tan desmotivante como la de Sorrentino!



Tras el visionado completo me quedé completamente vacío. No me aportó más que incomodidad. Película recomendada para esnobs sin criterio. No os recomendaría su visionado bajo ninguna circunstancia. La Grande Bellezza [a.k.a. “El mayor truño que me he comido desde Muerte en Venecia”]




Salud!

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